La salud mental de los profesionales de la salud es un aspecto fundamental que, lamentablemente, suele pasarse por alto en el entorno sanitario. Las largas jornadas de trabajo y las guardias de 24 horas no solo generan agotamiento físico, sino que tienen un profundo impacto en el bienestar psicológico de los trabajadores. La fatiga mental es una realidad que afecta la seguridad de los pacientes y el desempeño del personal, por lo que resulta indispensable abordarla desde una perspectiva organizacional.
Durante mi práctica en el hospital, viví de primera mano el desgaste que implican las extensas guardias. Al final de un turno, la concentración disminuye, el juicio clínico se enturbia y la capacidad para tomar decisiones críticas se ve comprometida. Además, se genera una sensación de desconexión emocional, donde el personal médico, agotado y sin descanso suficiente, comienza a percibir su entorno de manera distante. Esta situación no es sostenible a largo plazo y, de no ser tratada, puede derivar en síndrome de burnout, aumento de errores clínicos y, en última instancia, la pérdida de vocación de muchos profesionales.
Ante este escenario, las organizaciones tienen un rol clave. Es urgente la implementación de jornadas laborales más flexibles y turnos rotativos que permitan una recuperación adecuada. También es importante promover la reducción del número de horas seguidas de actividad asistencial, especialmente en los servicios con alta demanda emocional, como la urgencia y las unidades de cuidados intensivos.
Además, deben habilitarse espacios de descanso dignos dentro de los centros hospitalarios, para que el personal pueda relajarse y desconectar, al menos brevemente, de las intensas exigencias del entorno clínico. Incorporar áreas de esparcimiento, fomentar momentos de pausa y diseñar espacios silenciosos puede ser un primer paso en el desarrollo de políticas que prioricen el autocuidado. El autocuidado no es un lujo, sino una necesidad que, paradójicamente, queda muchas veces olvidada en el mismo entorno de quienes están llamados a cuidar a los demás.
Asimismo, los departamentos de prevención de riesgos laborales deben diseñar programas de apoyo psicológico y emocional que incluyan asesoría especializada, grupos de apoyo y talleres sobre gestión del estrés. Es vital capacitar a los directivos y a los responsables de recursos humanos para identificar signos de agotamiento temprano y ofrecer ayuda proactiva. La creación de comités de bienestar, donde el personal tenga voz y voto en las decisiones, también puede ser una herramienta poderosa.
En última instancia, cuidar la salud mental de quienes cuidan de otros no es solo una cuestión de ética, sino de eficiencia. Al mejorar la calidad de vida de los profesionales de la salud, también se mejora la calidad de la atención que se brinda a los pacientes. Y es que es hora de que las organizaciones sanitarias asuman su responsabilidad y conviertan el bienestar mental en una prioridad.