Los centros hospitalarios son grandes centros de trabajo cuya actividad se centra sobre todo en el diagnóstico, tratamiento y cuidado de los enfermos. Esto produce una situación especial, dado que los pacientes muestran diversos niveles de dependencia física y emocional y suelen recibir una atención y una consideración especiales, a menudo con carácter urgente, que se prestan muchas veces a expensas de la comodidad y la seguridad del propio trabajador.
Son organizaciones altamente cualificadas con un importante abanico de riesgos en sus instalaciones que pueden afectar tanto a los trabajadores sanitarios que desempeñan una actividad asistencial en el centro, como a otros trabajadores auxiliares (personal administrativo, de limpieza, restauración, lavandería, mantenimiento…) que deben tenerse en consideración para la aplicación de unas medidas preventivas correctas.
No es hasta la publicación de la LPRL en el año 1995, de aplicación en las Administraciones Públicas, cuando se pone en marcha la creación de los Servicios de Prevención de Riesgos Laborales (SPRL) en los hospitales públicos, generando un cambio en el concepto de la prevención, que no debe enfocarse exclusivamente en la protección del paciente, sino que, además, debe velar por la salud y seguridad de nuestros trabajadores.
Inicio de la integración preventiva
Los comienzos se articulan a partir de la evaluación inicial de los riesgos inherentes al trabajo y la consiguiente adopción de las medidas adecuadas a la naturaleza de los riesgos detectados. Esta evaluación nos conducirá a la planificación de medidas preventivas necesarias. Paralelamente se asumen competencias en vigilancia de la salud con la realización de exámenes de salud específicos en función de los riesgos detectados y la apertura de las historias clínico-laborales de todos los trabajadores. Se elaboran planes de prevención, se ponen en marcha los comités de seguridad y salud, se elaboran protocolos de actuación, se inician campañas de formación e información en materia preventiva, se crean o actualizan los planes de emergencia o autoprotección y, progresivamente, se intenta integrar la cultura preventiva en el modelo organizativo del centro sanitario, desde el gerente, pasando por la dirección y los mandos intermedios hasta llegar al propio trabajador.
Principales riesgos y medidas adoptadas
Todo este trabajo desarrollado en estos años ha permitido un amplio conocimiento de los riesgos principales que afectan a estas organizaciones y a sus trabajadores, y la progresiva implantación de medidas para su eliminación o control.
Riesgos biológicos
Cuando hablamos de centros sanitarios el principal riesgo es, ineludiblemente, la posible transmisión de enfermedades infectocontagiosas por la exposición a diversos agentes biológicos. Estos agentes pueden ser bacterianos, víricos, fúngicos o parasitarios y se pueden transmitir por diversas vías (aérea, sanguínea, contacto directo con secreciones o fómites). Algunos pueden prevenirse a través de vacunación del personal (VHB, gripe, sarampión, varicela, meningitis bacteriana,…) y otros aún no (VIH, VHC, virus del Ébola).
Las medidas preventivas específicas se recogen en el Real Decreto 664/1997. Deben incluir la valoración inicial de todo trabajador y actualización de su estado vacunal, junto con la detección del personal especialmente sensible para su separación de las situaciones de riesgo. Tenemos que participar en la selección adecuada de los equipos de protección individual (EPIs), en la introducción de cortopunzantes con dispositivos de seguridad y en la formación e información del personal. Y es preciso elaborar y actualizar los protocolos específicos para notificación y seguimiento de incidentes y la aplicación inmediata de profilaxis postexposición cuando sea necesario.
Todo ello requiere una adecuada coordinación con otros servicios del hospital como urgencias, farmacia y laboratorios así como la implicación de la dirección y los mandos intermedios.
Riesgos químicos
Los centros hospitalarios reúnen un amplio abanico de sustancias químicas que incluyen desde los propios medicamentos, que se administran a los pacientes y que pueden ser lesivos también para los profesionales que los manejan, hasta agentes anestésicos inhalatorios, agentes esterilizantes (óxido de etileno), formaldehído, productos de limpieza y desinfección de materiales (utilizados por personal auxiliar), humo quirúrgico al que se expone el personal de quirófano o productos químicos utilizados por personal de mantenimiento (pinturas, barnices, pegamentos, etc.).
Debemos destacar, por su importancia y peligrosidad, los medicamentos citostáticos que requieren un manejo en condiciones especiales: cabinas de seguridad biológica en farmacia, transporte en contenedores adecuados, administración a través de sistemas cerrados y eliminación en contenedores específicos. El personal expuesto a estas sustancias tiene que estar registrado y vigilarse con mayor periodicidad siguiendo protocolos específicos, debiendo notificar cualquier incidente.
Recientemente (septiembre 2016) se ha publicado una guía de medicamentos peligrosos que ha motivado la creación de grupos de trabajo en todos los hospitales para la revisión de dichos fármacos y de su correcta manipulación.
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