Historia del control de plagas y su relación con los riesgos laborales. Los tratamientos de control de plagas, en concreto de control de roedores, han estado históricamente marcados por la utilización de productos químicos.
Desde antes de 1940, los rodenticidas contenían metales pesados como el arsénico y talio o venenos como la estricnina. Este tipo de productos se presentaban en polvo o incluso en estado gaseoso, lo que aumentaba el riesgo de exposición laboral del personal que realizaba el tratamiento.
Entre la década de 1940 y 1950, se empezaron a utilizar los primeros tipos de rodenticidas anticoagulantes, conocidos como rodenticidas de primera generación. Esta tipología de producto actúa inhibiendo la actividad de las enzimas del ciclo de la vitamina K en el hígado de los mamíferos, incluido el del ser humano, y causa una reducción proporcional a la dosis de la síntesis de los factores coagulantes.
Con la llegada de los rodenticidas de segunda generación, se permitió que actuasen de forma más potente, debida a su mayor afinidad con la vitamina K. La bromadiolona y el difenacum fueron los primeros compuestos de la segunda generación introducidos en el mercado, siendo los más potentes el brodifacum, flucomafeno y difetialona.
La reclasificación de la peligrosidad de los rodenticidas anticoagulantes y su regulación
La aparición del reglamento (CE) nº 1272/2008 que modifica el reglamento (CE) nº 1907/2006 y sus posteriores modificaciones sobre clasificación, etiquetado y envasado de sustancias y mezclas (CLP) y el Reglamento (UE) nº 528/2012, que regula la comercialización y el uso de biocidas (BPR), establecieron las bases de peligrosidad y uso de los rodenticidas a nivel europeo.
La clasificación de los rodenticidas anticoagulantes con las frases H360D –“puede dañar el feto, y por lo tanto, clasificado como tóxico para la reproducción categorías 1A y 1B (CMRs)” y con la frase H373– “provoca daños en los órganos (sangre) tras exposiciones prolongadas o repetidas (para concentraciones iguales a mayores a 0.003% o 30 ppm)”, además de la creación del nuevo “registro de biocidas” en base al BPR, han definido los riesgos y medidas preventivas a tomar en cuanto a la aplicación de productos rodenticidas anticoagulantes, así como las medidas preventivas que se deben tomar para evitar la exposición de los técnicos de control de plagas a dichos productos.
La limitación del uso de rodenticidas anticoagulantes a tratamientos máximos de 35 días y, solo en aquellos casos en los que hubiese sido probada la actividad de roedores, ha disminuido igualmente el tiempo y la posibilidad de exposición.
Desde el punto de vista de la exposición laboral, la limitación de su uso, la nueva clasificación, la limitación de concentración y las medidas de prevención recomendadas, además del uso de formatos en bloques sólidos o geles, han disminuido la posibilidad y forma de contacto de los técnicos de control de plagas con los rodenticidas anticoagulantes de forma exponencial.
La exposición a este tipo de productos por parte de los técnicos de control de plagas en su aplicación bien sea en sistemas de alcantarillado, dentro o alrededor de edificios y/o en zonas abiertas, era generalmente por contacto o por vía parenteral (al presentarse en modo sólido como bloque o en gel) con lo que el utilizar la vestimenta, y guantes adecuados, son una medida eficaz de protección.
Otra posibilidad de exposición es la digestiva, por lo que unos protocolos adecuados de higiene una vez realizado el tratamiento, disminuye la posibilidad de entrada en el organismo.
De forma adicional, y para tener un control de parámetros biológicos en los técnicos de control de plagas que nos asegure que las medidas adoptadas son las adecuadas, existen marcadores aplicados en las revisiones periódicas a los trabajadores. Por ejemplo, el parámetro de coagulación (tiempo de protrombina) nos permite conocer si las medidas adoptadas son eficaces y si existen signos de entrada o consecuencias en la exposición a rodenticidas anticoagulantes en el organismo de los trabajadores.
La regulación relativa a la gestión del residuo (tanto el propio producto rodenticida anticoagulante como el roedor que lo ha ingerido) ha disminuido el riesgo para la población general y el medioambiente (en este último caso, debido a la bioacumulación del producto o a la ingesta del producto o roedor por especies que no eran objeto del tratamiento.
Aun así, aunque el riesgo está controlado, los productos rodenticidas anticoagulantes pueden seguir siendo peligrosos tanto para la exposición laboral como para el medio ambiente si no se siguen protocolos estrictos de aplicación.
El futuro para el tratamiento de control de roedores y otras plagas
Aunque es cierto que la utilización de rodenticidas anticoagulantes es necesaria en ciertos ámbitos, la evolución nos permite utilizar medios mucho más sostenibles de monitorización y eliminación de dichas plagas, los denominados sistemas SMART.
Dichos sistemas permiten, de forma remota, monitorizar cualquier actividad en los centros donde se haya instalado, de modo que durante las 24 horas del día se obtiene información actualizada de la actividad y en función de esta se puede aplicar el método más adecuado para el control de la plaga.
Dichos sistemas han revolucionado el sector y han disminuido los riesgos a los que se veían expuestos los técnicos de control de plagas.
Los beneficios de la utilización de los sistemas SMART
Disminución de la posibilidad de exposición a productos químicos: Los sistemas SMART permiten detectar la actividad en remoto y en tiempo real de cualquier plaga, evitando que los trabajadores se vean expuestos a la utilización de productos químicos. Siendo así, se puede determinar la dimensión de la afectación, realizar el diagnóstico de la situación y proponer el tratamiento más adecuado de forma segura.
Una vez detectado el nivel de infestación, se puede elegir el método más adecuado, existiendo sistemas SMART que pueden eliminar el roedor directamente por acción mecánica o incluso pudiendo utilizar rodenticida anticoagulante, pero de un modo mucho más acotado y efectivo.
Disminución de los desplazamientos a los centros de trabajo: El control de la actividad de las plagas en remoto, permite que desde las centrales de comunicación puedan verificar la actividad, evitando desplazamientos innecesarios a los centros de trabajo y por lo tanto disminuyendo los accidentes “in itinere” y de forma colateral, la contaminación la emisión de gases contaminantes de los vehículos como el CO2, CO, NOx…
En la situación actual de pandemia, la disminución de visitas y por lo tanto contactos de técnicos, clientes u otros trabajadores, convierte a los sistemas SMART en una medida complementaria eficaz para evitar la propagación del virus.
Conclusiones
Tras décadas de utilización de productos químicos para el control de plagas, se han ido incorporando nuevos productos y procedimientos más efectivos y beneficiosos tanto para trabajadores, usuarios y medio ambiente. El mercado tiende a la digitalización del control de las plagas y a la disminución paulatina de las técnicas de control que implican la utilización de productos químicos.