Rubén Mascarell. Fibervent
Rubén Mascarell Responsable PRL Fibervent

Prevención burocrática vs. prevención operativa

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Es evidente que la sociedad vive en cambios continuos. Cada vez se crean nuevas técnicas, equipos y tendencias que modifican nuestros hábitos. Ya decían los filósofos griegos Platón y Heráclito: “Panta rei” (“Todo cambia”). Todo está en continuo movimiento. Fue, sobre todo con la llegada la Revolución Industrial, que este movimiento se empezó a acelerar paulatinamente. Pero no fue hasta pasado el siglo XX que esta velocidad aumentó exponencialmente, llegando a velocidades jamás pensadas solamente 50 años antes.

Zygmunt Bauman, uno de los sociólogos más importantes del siglo XX y probablemente del siglo XXI, creó un concepto que define muy bien en qué sociedad vivimos hoy en día: la modernidad líquida. Esta sociedad se caracteriza por ser fluida, por estar en continuo movimiento y por ser impredecible. Por eso se dice que hoy en día vivimos en una sociedad en la que buscamos la inmediatez, por estar todo en movimiento continuo de manera fluida. Por ejemplo, se realiza una compra por Internet y en menos de 24 horas tienes la compra en la puerta de tu casa. En el ámbito laboral, atender a un cliente ante una emergencia puede implicar tener que movilizar un equipo en menos de 24 o incluso 12 horas. Para ello las empresas deben estar listas a nivel logístico y a nivel de seguridad, tanto operativo como de gestión.

La gestión de la seguridad implica el cumplimiento de la normativa que básicamente se desarrolla en la Ley 31/1995 de Prevención de Riesgos Laborales (y los distintos reales decretos que se implementaron posteriormente) y en el Real Decreto 171/2004 de coordinación de actividades empresariales. Estas normas tienen ya algunos años y en época de plena obsolescencia programada empiezan a quedar desfasadas ante las necesidades de la sociedad civil. Por ello, quizá sería el momento de una reforma profunda que permita agilizar y hacer mucho más eficiente y efectivo el proceso de gestión de la seguridad.

Coordinaciones de actividades empresariales 

En primer lugar cabe comentar que, desde mi propia experiencia, me he encontrado con coordinaciones de actividades empresariales en las que no se hace una revisión del contenido de la documentación, sino que solamente se revisa la forma y que incluya todos los elementos que según sus requerimientos debe disponer el documento, llegando a invalidar documentos oficiales de fabricantes por no cumplir los criterios de la empresa contratista.

Por otra parte, en ciertos casos esta documentación es revisada por medio de un intermediario que actúa a nombre de la empresa contratista, tal y como puede ser un servicio de prevención ajeno o un gestor de coordinación de actividades empresariales. De esa forma, si bien sirve para cumplir con el requisito legal, no se está haciendo una prevención eficaz y eficiente: la información no llega al destinatario final requerido, que es quien realmente debería estar informado y tener un interés real en la materia objeto de análisis/revisión. En estos casos, es muy probable que el contratista no reciba toda esta información y que quede únicamente a nivel del intermediario (servicio de prevención ajeno, gestor documental ajeno, etc.).

Hay casos en los que las empresas solicitan una cantidad de documentación excesiva, provocando una saturación de las personas que se ocupan de la gestión de la prevención. Ya sea por desconocimiento, por procedimiento interno de la empresa a fin de evitar posibles responsabilidades legales o por la propia inercia del sector en esta materia (la mayoría de las empresas lo hacen de este modo), se genera una ralentización muy importante de la gestión preventiva, además de poder caer en el error de no profundizar en el procedimiento del propio trabajo a realizar o en las características de las medidas preventivas a aplicar. Todo ello, como decía, provocado por exceso de documentación requerida a la subcontrata y ‘las prisas’ para poder iniciar los trabajos a tiempo.

Aspectos importantes y complementarios

Otro problema de la coordinación de actividades empresariales es la dificultad para diferenciar los aspectos importantes de aquellos que son complementarios: se trata de evitar pasar por alto aspectos preventivos clave, sobre todo en actividades con riesgos especiales, o que precisan de procedimientos de trabajo adicionales y que deben ser estudiados en profundidad. Muchas veces -tal y como se ha dicho anteriormente- se solicita documentación de manera automatizada, sin tener conocimiento pleno de los trabajos a realizar, llegando a solicitar documentación innecesaria o bien poco relevante en relación con la intervención a realizar.

Hay muchos gestores que, por ejemplo, no saben diferenciar un modelo de arnés con sistema de posicionamiento de otro que sea simplemente anticaídas, y lo darán por válido, aunque el arnés sea inadecuado para el trabajo a realizar. En cambio, rechazarán un documento si en sus requerimientos precisa un ‘sello + firma’ y solamente contenga la firma, por ejemplo; o si en una hoja de entrega de EPIs aparece el término ‘calzado’ en lugar de ‘botas de seguridad’. Probablemente no sean ellos (los gestores) los culpables, sino el propio sistema que da más importancia a la forma que no al contenido de las medidas o requerimientos. Además, la falta de tiempo para poder validar la documentación, por la ingente cantidad de documentos que existen.

Todos estos hechos implican un descenso del rendimiento, eficiencia y eficacia de la gestión preventiva, banaliza la coordinación de actividades empresariales y la hace ineficiente e ineficaz, orientando este intercambio a un ‘simple’ cumplimiento formal y convirtiendo la gestión de prevención de riesgos laborales en una mera gestión de “prevención de problemas posteriores” para las empresas. Y ello no se soluciona implantando una plataforma documental en la que se cargue la documentación, sino que hace falta una revisión profunda del sistema actual.

Eficacia y eficiencia 

Es curioso como en un mundo cada vez más líquido sigan existiendo elementos reticentes a adaptarse al ritmo de vida actual, y que este ritmo que nos exige la sociedad le haga perder eficacia y eficiencia. Con el paso de los años la coordinación de actividades empresariales ha tendido -en lugar de agilizarse y adaptarse a los tiempos en los que vivimos- a aumentar y ralentizar la burocracia documental, llegando a dar la sensación que aquella empresa más profesional es la que dispone de un sistema de coordinación de actividades empresariales con mayor carga burocrática. Ello, obviamente, implica importantes pérdidas de eficiencia -sobre todo en pymes, que son la gran mayoría de empresas que dan servicio en nuestro país- las cuales, desgraciadamente, disponen de recursos limitados a nivel prevención de riesgos laborales y seguridad. Este contexto les obliga a centrar su trabajo en la gestión ‘burocrática’ de la prevención, no pudiendo hacer una prevención operativa, y limitando mucho su capacidad de realizar e implementar medidas preventivas reales.

Con ello no quiero decir que la coordinación de actividades empresariales y la gestión de la prevención no sean relevantes y necesarias (porque lo son y mucho), sino que es necesaria una revisión profunda y replantear un nuevo modelo que permita sobre todo a las pymes destinar una mayor cantidad de recursos a hacer prevención más operativa.

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