Ante la situación actual derivada del brote de COVID-19, es fundamental la labor que llevan a cabo los profesionales que están en activo, que diariamente están interviniendo con personas en las calles, establecimientos y domicilios de particulares desconociendo si están afectadas por el virus o no.
El trabajo de ayudar en esta situación puede resultar gratificante, pero también puede ser una fuente de importante estrés y sufrimiento.
Los profesionales de este sector deben saber que las reacciones que pueden aparecerles son reacciones psicológicas normales: son el modo normal en que su organismo trata de enfrentarse a esta situación nueva y extraña, son reacciones adaptativas de su organismo que intentan protegerle y poner orden en este caos repentino.
- Dificultad para concentrarse y tomar decisiones.
- Bloqueos (“mente en blanco”) y dificultad para retener información.
- Somatizaciones: cefaleas, contracturas musculares, problemas digestivos.
- Sentimientos: miedo, impotencia, inseguridad, irritabilidad, rabia, tristeza, culpa por “no poder hacer más”.
- Sensación de incredulidad.
- Deseo de evitar la situación crítica vs. sobreimplicación.
- Pensamientos y conversaciones recurrentes sobre la situación dentro y fuera del ámbito laboral.
Para seguir cuidando, el profesional debe cuidarse. Por ello, propongo una serie de recomendaciones para llevar mejor esta situación.
Antes del turno de trabajo:
- Informarse sobre la situación y los cambios de rutinas en el servicio, pero teniendo en cuenta que la sobreinformación puede generar ansiedad.
- “Cuídate y cuida tu salud, ocio, familia, alimentación y sueño. Gestiona tu tiempo. Monitoriza tu propio estado de salud tanto física como mental”: para ayudar a otros es necesario estar sano.
- No hablar todo el día de este tema y ocupar el resto del día con otras actividades.
- Las jornadas laborales serán intensas, así que no hay que olvidar los descansos (tanto entre los distintos turnos como dentro del propio turno).
- Utilizar el humor disminuye los efectos adversos del estrés.
Durante el trabajo:
- El profesional debe centrarse en los servicios asignados. Focalizar su atención en ellos (eso ayudará a no dejarle llevar por las emociones). Es normal que tenga pensamientos intrusivos, anticipatorios, preocupaciones…, pero hay que evitar engancharse a ellos.
- Parar y sentir los sentimientos, emociones, reacciones. Observar los pensamientos y valorar si puede seguir trabajando correctamente o si tiene que hacer un “parón” y descansar.
- Entre diferentes tareas estresantes, hacer una pequeña pausa, y si el profesional lo necesita, practicar algún ejercicio sencillo de respiración.
- Cuidar del compañerismo: si una persona identificas en algún profesional alguna alteración, acompañarle fuera de la situación, ayudarle o buscar ayuda. Reforzar las tareas difíciles o estresantes de los compañeros de forma adecuada.
- No sobreimplicarse. Trabajar con objetivos. Intentar mantener unas expectativas realistas. No presionarse ni te exigirse más de lo que uno pueda alcanzar: “tu trabajo es muy valioso, no lo olvides: es una carrera de fondo”.
Después del trabajo:
- Facilitar el desahogo emocional. Dedicar un tiempo a expresar pensamientos y emociones y compartirlos. Normalizar reacciones y favorecer recuperación.
- Buscar la compañía de otras personas y entornos con los que compartir otros temas.
- Respetar los turnos de descanso y recuperar energía física y mental. Realizar las rutinas cotidianas. Gestionar y organizar el tiempo para poder hacer las actividades normales sin prisa. Intentar comer de forma saludable, hacer ejercicio y dormir suficientes horas. Planificar actividades gratificantes, ejercicio, relajación, pilates, yoga…. No automedicarse. Evitar o reducir al máximo el consumo de alcohol, nicotina y cafeína.
- Tomarse un descanso de la cobertura mediática del COVID-19.
- Identificar qué estrategias le han servido al profesional para afrontar y/o superar situaciones pasadas.
- Intenta reconocer y valorar qué cosas se han hecho bien a lo largo de cada día (tanto en el trabajo como fuera de él) y actuar de modo comprensivo con las limitaciones y las de las demás personas.
- Ser consciente de toda la ayuda que el profesional ha prestado durante la jornada y evitar la culpa bloqueante: revisar las decisiones de manera constructiva.
Y no olvidar que somos personas y, por tanto, nos podemos ver afectadas emocionalmente de la misma manera que el resto. Y, sobre todo, pedir ayuda cuando el profesional la necesite.