Los accidentes profesionales en jornada laboral que provocan una lesión en las extremidades inferiores representan de manera más o menos constante a lo largo de los años, aproximadamente el 29% del total de accidentes de baja, según datos del Ministerio de Trabajo. El 52,2% de los accidentes en las extremidades inferiores, tuvieron como parte del cuerpo lesionada el tobillo, pie o en los dedos del pie, zonas del cuerpo que están destinadas a ser protegidas de diversa forma por el calzado de uso profesional, y principalmente por el calzado de seguridad (EN ISO 20345:2011), calzado de protección (EN ISO 20346:2014) y calzado laboral (EN ISO 20347:2012).
La estabilidad de los datos de accidentabilidad a lo largo del tiempo, plantea una cuestión: con la completa información de que disponemos, ¿qué otros factores pueden estar influyendo para que se sigan manteniendo las cifras de accidentes de trabajo en la zona del pie?
En este artículo, pretendemos dar una visión general acerca de las pautas de selección del calzado de uso laboral, como aspecto de gran relevancia en la lucha contra los accidentes de trabajo en la zona del pie.
Si tenemos un riesgo, debemos tener un EPI
La utilización de un Equipo de Protección Individual (EPI) es una de las medidas preventivas contempladas en la Ley 31/1995, si en el lugar de trabajo persiste un riesgo que no hemos podido eliminar mediante medidas organizativas, de diseño, medidas de protección colectiva, etc.
En el caso de la protección de los pies y de las piernas, cuando en el lugar de trabajo existe un riesgo que afecte a los pies de los usuarios, deberemos usar siempre un calzado que sea un EPI. Este tipo de calzado deberá entregarse con toda la documentación que requiere el Reglamento (UE) 2016/425 (folleto informativo y declaración UE de conformidad), e incluir el marcado CE y otros marcados recogidos en las normas correspondientes.
Desde ASEPAL siempre hemos defendido que sólo un calzado que esté debidamente seleccionado y que se utilice según las indicaciones del fabricante, podrá ofrecer el tipo y nivel de protección que el usuario necesita en cada momento.
Debemos seleccionar el tipo de EPI que se ajuste al nivel de riesgo evaluado
Dependiendo del tipo y del nivel del riesgo presente en el entorno laboral, deberemos seleccionar el tipo de calzado que se ajuste al tipo de riesgos (mecánicos, químicos, eléctricos, etc.) y al nivel que hayamos evaluado.
En el ámbito del calzado laboral, determinados tipos de riesgos, como los derivados de la acumulación de cargas electrostáticas, el aislamiento de la electricidad o la penetración de agua, entre otros, son cubiertos con requisitos adicionales que pueden exigirse a un calzado destinado a ofrecer protección frente un tipo de riesgos de base, como puede ser la resistencia al deslizamiento (para todo calzado que e use como EPI), o protección contra impacto en los dedos, en el caso del calzado de seguridad.
En la selección de cualquier EPI, deberemos evitar caer en la subprotección de los trabajadores (lo que les dejaría expuestos al riesgo), pero también en la sobreprotección, ya que ello podría llevar asociado una serie de molestias que hiciesen casi impracticable el uso del EPI. Un ejemplo de sobreprotección que suele encontrarse es el uso de un calzado de seguridad según EN ISO 20345, en una actividad en la que no existe riesgo alguno de caída de objetos sobre el pie, ya que, en ocasiones se selecciona un mismo tipo de calzado para toda la plantilla, independientemente de los riesgos presentes en su tarea específica.
El calzado laboral debe adaptarse al trabajador y a las condiciones del lugar de trabajo
Una de las consecuencias de que un EPI no esté debidamente seleccionado es que el equipo no se utilice, o que no se utilice durante toda la exposición al riesgo. Por ello, en la selección del calzado, es absolutamente indispensable que tengamos en cuenta las particularidades físicas del trabajador. En este ámbito, debemos considerar la forma y el tamaño del pie de cada trabajador, para poder seleccionar la talla adecuada del calzado; o en casos especiales, recurrir a calzados especialmente adaptados u ortopédicos para trabajadores que lo necesiten.
Por otro lado, si no tenemos en cuenta las condiciones de temperatura, humedad, carga física de la tarea, o incompatibilidad con las condiciones físicas del usuario, es posible que éste acabe por no usar el EPI, o por usarlo intermitentemente, ya que a nadie se le puede exigir que soporte un martirio innecesario durante toda su jornada laboral, todos los días de su vida profesional.
La ergonomía nunca ha sido un lujo
En el caso del calzado, la importancia de cuidar el aspecto de la adaptación a las condiciones de la tarea y del trabajador resulta más patente que en otros tipos de EPI, si cabe. El calzado soporta todo el peso del cuerpo, y si una persona que debe llevar calzado de uso profesional que le suponga una incomodidad excesiva, es posible que acabe por decantarse por otro tipo de calzado que sí que pueda llevar, aunque no le proporcione el nivel de protección que necesita. Es en este momento en el que el trabajador puede sufrir un accidente, y podría estar detrás de una buena parte de los accidentes con baja que sufren los trabajadores en la zona del pie.
El sector del calzado de uso profesional es un ejemplo de un mercado en el que la selección del EPI se orienta en gran medida vía precio. La apuesta por la ergonomía y la innovación en materiales que hacen muchos fabricantes de forma cada vez más decidida, constituye una de las mejores opciones que tenemos a nuestra disposición para mejorar la protección de los pies y piernas de los trabajadores. No debemos olvidar nunca, que un calzado que sea lo suficientemente ergonómico como para que un trabajador pueda llevarlo durante toda su jornada laboral, ofrecerá la protección prevista por el fabricante durante todo el tiempo que dure la exposición del trabajador al riesgo para frente al que utiliza el EPI.