Resulta frecuente que las crisis brinden un abanico de oportunidades. Pero no es lo que ocurre siempre. En algunas ocasiones, sólo se generan las condiciones necesarias para volver a mirar y, recién ahí, poder ver.
En tiempos de reflexión, es oportuno cuestionar lo transitado y barajar las veces que resulten necesarias.
La intención de presentar este escrito es revelar un recurso disponible que no ha sido suficientemente explorado y, mucho menos, explotado desde el paradigma de la salud. Me referiré a un conjunto de profesionales disgregados en nuestro extenso territorio cuya tarea suele ser artesanal y solitaria: los médicos del trabajo. Su población objetivo es el colectivo de trabajadores registrados sobre quienes deben llevar a cabo acciones tendientes a la promoción y protección de su salud como principal premisa.
Según datos recogidos del INDEC, la tasa de empleo del primer trimestre de 2020 fue de 42,2%. Asimismo, la información suministrada por el Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social, consigna que en nuestro país existen alrededor de 12 millones de trabajadores registrados. Si tenemos en cuenta que, en consonancia con las leyes vigentes, la salud de cada uno de los trabajadores registrados se encuentra bajo la órbita del médico del trabajo, se evidencia que estos profesionales tienen a su cargo una inmensa población de influencia, nominalizada y geolocalizada, frente a la cual ejercer su función.
En medio de la emergencia originada por una noxa desconocida que compromete gravemente a la salud, los decisores han ocupado a este recurso humano en continuar batallando contra fantasmas anclados a paradigmas obsoletos en lugar de poner su expertise a disposición para velar por la preservación y cuidado de la salud de una nueva categoría de sujetos: los “trabajadores esenciales”.
El arraigado modelo basado en el control administrativo y plasmado en el llamado “ausentismo laboral”, debería ser patrimonio de las direcciones de Recursos Humanos, mientras los médicos del trabajo podrían abocarse al estudio y prevención de las causas que generan que los trabajadores se enfermen.
Esta propuesta se orienta a permitirnos cuestionar una visión sesgada, para volver a mirar y redescubrir un recurso profesional que existe desde tiempos remotos y requiere ser empoderado desde la perspectiva que le es propia: la salud de hombres y mujeres en contexto de trabajo.
Es decir, redimensionar las mil vertientes para converger en la unidad “sujeto-trabajador”.
Publicación original: Revista Movimiento. Nº 24. Agosto 2020. (Pág. 102-108)