Una cultura empresarial o cultura corporativa identifica el conjunto de valores, principios, objetivos, límites y pautas que comparten los miembros de una compañía.
La cultura empresarial define el espíritu o la mentalidad de una organización, así como su ideario, que sería su filosofía mercantil, por así decirlo. Y esto se deja ver en todos los movimientos de los trabajadores, desde la conducta con los clientes hasta el modo de interactuar con sus propios compañeros, pasando por las prioridades de la empresa. Cada negocio tiene una cultura empresarial adaptada a sus propias circunstancias, dependiendo de la actividad, los objetivos, la estructura y los recursos correspondientes.
Qué es la cultura empresarial o corporativa
Esto puede sonar a un concepto idealizado propio de un manual de emprendimiento, pero según la revista Forbes el 67% de los directivos priorizan la cultura de empresa sobre la estrategia o los modelos operativos. Desde una perspectiva comercial es un modelo de gestión más razonable de lo que podría parecer, porque la cultura empresarial es la fuerza motriz que impulsa tu negocio. Para que lo entiendas, la cultura corporativa representa el ADN de tu compañía, que define el comportamiento, la interacción y el funcionamiento de tu equipo. Por este motivo es imprescindible entender qué es la cultura empresarial y cómo darle forma de modo eficaz.
Obviamente, una parte esencial de la esta filosofía empresarial es la mentalidad corporativa basada en unos valores sólidos que promueven la cultura de seguridad y la minimización de riesgos laborales. Requiere una metodología anticipativa que busca impedir los accidentes y las lesiones, en vez de conformarse con reaccionar a posteriori. Este planteamiento conlleva la participación activa de todos los integrantes de la organización, que lo tienen presente en su trabajo diario.
Los cuatro pilares de la cultura de empresa
Estas cuatro piedras angulares de la cultura empresarial suelen llamarse las 4Cs. No en vano la comunicación, la colaboración, la creatividad y la competencia son los atributos indispensables que se entrelazan para definir el éxito corporativo. Veamos en qué consiste cada pieza de este cuarteto triunfal:
1) Comunicación: Definida como la correa de transmisión de la información, es el alma de una organización. Una interacción clara, breve y abierta permite a los empleados entender los objetivos de la organización, promueve la transparencia y genera confianza dentro del equipo. Los canales de comunicación eficaces evitan malentendidos, mejoran la colaboración y garantizan que todos los miembros de la organización estén alineados y avancen hacia objetivos compartidos.
2) Colaboración: Fomenta un sentido de unidad y responsabilidad colectiva en el esfuerzo común encaminado a lograr los objetivos. Al promover el trabajo en equipo y la colaboración, las empresas pueden aunar las fortalezas, los recursos y el talento de sus empleados. El resultado lleva a soluciones más innovadoras y una mayor productividad. Fomentar la colaboración también empodera a los empleados, haciéndolos sentir parte de la organización, aumentando así el compromiso y la lealtad.
3) Creatividad: El ámbito empresarial actual se caracteriza por sufrir cambios a gran velocidad. Para mantener el ritmo y seguir siendo competitivos en este entorno dinámico, las organizaciones deben ser innovadoras. Para ello es esencial fomentar la creatividad entre los empleados, es decir, su capacidad de pensar de manera original, generando nuevas ideas y ejecutando soluciones innovadoras. Un lugar de trabajo que fomenta la creatividad puede estimular el compromiso del personal y estimular su capacidad para desarrollar productos y servicios punteros, dar mejores soluciones a los problemas y formar una compañía más ágil y resiliente.
4) Competencia: Totalidad de conocimientos, habilidades y experiencia que los empleados aportan a sus funciones laborales. Al centrarse en cultivar la competencia y facilitar el desarrollo profesional continuo, las empresas garantizan que los empleados posean las aptitudes y destrezas necesarias para sus funciones. Esto contribuye a una mayor satisfacción laboral, un mejor quehacer y una mayor contribución de valor a la compañía.
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