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Segundo semestre 2017
Durante los meses de enero y febrero de 2017 el centro y sur
de Chile se vio afectado por más de un centenar de incendios
forestales que impactaron con gran intensidad principalmente a
las regiones de O’Higgins, Maule y Biobío, aun cuando eventos
similares ya habían sucedido en periodos anteriores, este con-
junto de incendios era inédito en la historia de Chile y determi-
nó que se debiera solicitar ayuda a la comunidad internacional.
Por ejemplo, un reporte generado el 28 de enero de 2017 por
la Oficina Nacional de Emergencias del Ministerio del Interior
de Chile (ONEMI) señala que únicamente dicho día existían a
nivel nacional 135 incendios, de los cuales únicamente 59 habían
sido controlados. Solamente dichos incendios afectaron una su-
perficie de 387.374,28 hectáreas, causando que 2.025 perso-
nas necesitaran ser albergadas, generando 3.270 damnificados
y 1.089 viviendas destruidas (1).
El mismo reporte señala que para extinguir los incendios fue-
ron desplegados hasta esa fecha un total de 46 aeronaves y al-
rededor de 4.500 personas provenientes de organizaciones ta-
les como Bomberos de Chile, Corporación Nacional Forestal
(CONAF), Fuerzas Armadas y otros agentes del Estado de nivel
municipal y provincial. A ellos se sumaron expertos, voluntarios,
bomberos y equipos especializados provenientes de países tales
como Argentina, Brasil, Colombia, España, Francia, Japón, Mé-
xico, Panamá, Perú y Portugal, entre otros. Especial participa-
ción tuvieron dos aviones que se utilizaron directamente en el
combate de los incendios: el ruso Ilyushin Il-76
1
y el norteame-
ricano Evergreen 747 Supertanker
2
. Las labores de extinción y
otros incidentes en el contexto del incendio dejaron un total de
13 personas muertas, que correspondieron a tres brigadistas de
CONAF, dos voluntarios de Bomberos de Chile, dos carabine-
ros (policías) y cinco residentes de las zonas afectadas. Frente a
la ocurrencia de este tipo de catástrofes, la pregunta que surge
es: ¿Cómo mejorar el rendimiento y las acciones para proteger
–desde la perspectiva de la salud y seguridad– a aquellos equi-
pos humanos responsables de resolver este tipo de eventos?
Para responder esta pregunta se puede colocar el foco en la
perspectiva individual, centrándose en las características parti-
culares que presentan los integrantes de estos equipos. Aquí
aparecen conceptos tales como programas de reclutamiento,
actividades de selección, entrenamiento y formación de habi-
lidades, entre otras. Sin embargo, aun cuando ésta es una de
las perspectivas más frecuentemente desarrolladas o conocidas,
no es la única. Otra forma de responder esta pregunta es des-
de la perspectiva de los factores del equipo, los cuales afectan,
modulan e influyen sobre el rendimiento. Por ello la perspecti-
va de “equipo” aparece como mucho más adecuada y necesaria,
cuando se trate de equipos multinacionales con grandes niveles
de diversidad demográfica, comprendida como edad, nacionali-
dades, género, etc., a lo cual puede sumarse otro tipo de facto-
res, tales como la diversidad operacional (distintos estándares
y experiencia), la dispersión geográfica, etc. Por ejemplo, y solo
en lo que refiere a equipos de rescate USAR (Urban Search
and Rescue), el Grupo Asesor Internacional de Operaciones de
Búsqueda y Rescate (INSARAG) declara que en el mundo exis-
ten 95 equipos certificados (2), los cuales se desplazan a cual-
quier país en respuesta a desastres. Ello determina que en un
desastre complejo trabaja habitualmente más de un equipo, lo
¿Cómo mejorar el rendimiento y proteger la
salud y seguridad de los equipos que trabajan
en emergencias y desastres a través de la
gestión de la diversidad?
Humberto Marín Uribe, PhD
Sociedad Chilena de Psicología en Emergencias y Desastres (SOCHPED)
Durante los meses de enero y febrero
de 2017 el centro y sur de Chile se vio
afectado por más de un centenar de
incendios forestales
SEGURIDAD EN CATASTROFES Y EMERGENCIAS